jueves, 22 de diciembre de 2011

"Etnografía escolar, etnografía de la educación"

Muchas veces la cotidianidad, la rutina, el cúmulo de trabajo o la falta de tiempo hace que como profesionales, no seamos capaces de ver con una cierta distancia lo que sucede a nuestro alrededor y por tanto nos apartamos de una práctica tan necesaria como es la reflexión. Realizar este trabajo de investigación dentro de mi propio lugar de trabajo supuso moverme en espacios reales y subjetivos diferentes a los habituales. Así, y a partir de la observación participante, he tenido la oportunidad de tomar distancia, de extrañarme con aquello que era conocido y conocer lo que me era extraño, díficil movimiento que tuvo sus frutos.

Carles Serra, en su artículo "Etnografía escolar, etnografía de la educación", (pp. 169, de la Revista de Educación, num. 334), señala que el trabajo de campo antropológico, más que una técnica, es una situación de investigación que permite desarrollar otras técnicas más flexibles, como la observación participante o las entrevistas. Este "estar sobre el terreno", que permite el contacto con las personas que serán el objeto de estudio, da una situación privilegiada al investigador/a ya que accederá a informaciones difíciles de conseguir por otros medios, como por ejemplo una estadística. Sin embargo no hay que olvidar que la misma presencia del investigador/a influye en la situación estudiada. Y si además el investigador/a es al mismo tiempo educador, el cual reparte sus roles en diferentes momentos de la convivencia, la influencia o/y distorsión se puede hacer aún mayor y de diferentes maneras. Esta es la situación en la que me he encontrado.

La Educación social comparte con la etnografía algunas de sus técnicas como pueden ser la entrevista, la observación participante o las historias de vida, pero con finalidades distintas. Así, si la etnografía busca la interpretación cultural, analizando los factores, causas o consecuencias de un determinado problema o hecho social, la educación social trata de ofrecer oportunidades, materiales y educativas, a los sujetos con los que trabaja, buscando también las causas y consecuencias de los diferentes problemas sociales pero donde el sujeto es el centro de la intervención y en donde su propia responsabilidad es un elemento fundamental durante todo el proceso educativo. El etnógrafo trata de ser uno más en la comunidad estudiada, el educador social es el "otro" dentro de la comunidad, el que marca límites y ha de medir la complicidad. Para mi, han sido dos posiciones contrarias que no me dejaron moverme con toda la libertad que hubiera necesitado para llevar el trabajo a los fines propuestos. Aún así, tanto desde la educación como desde la etnografía existe una experiencia intersubjetiva, un juego de distanciamiento y proximidad que es necesario para llevar a cabo ambas prácticas.



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